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LOS NIÑOS SABIOS 

de Flavia Gresores y Marcos Krovocapich 

La escritura de la obra parte del universo poético de J.D. Salinger, su gusto por el relato dentro del  relato, y en particular, su talento artesanal para la construcción de criaturas mitológicas, necesarias para explicar lo que se quiera explicar.

 

 

Hacemos referencia particularmente a los mitos  que se nos inventan para explicar, justificar o ejemplificar aquellos sucesos de los que no se puede dar cuenta (por dolor).   

¿Quién está preparado para ser un chico abandonado?

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KING KONG RADA 

Como en los relatos sobre los Glass (J.D Salinger),  en la obra se retrata la convivencia en el seno de una familia numerosa,  y la desaparición del hermano mayor, que por cuya sensibilidad no es capaz de amoldarse al mundo real. 

 

Él explicará sus ausencias con épicas travesías y batallas en un edificio de medio pelo  en Almagro.  Donde se encuentra confinado al cautiverio y sometido a tareas vejatorias una criatura terrible...  KingKonRada,  una mezcla  de King Kong y El Negro Rada.  . El resto, aunque  sufre del mismo mal burgués de ansiedad y frustración a medida que se alejan de ese  universo maravilloso de infancia compartida, permanecen con mayor o menor fortuna en el mundo.

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Si la memoria del individuo es lo suficientemente complicada como para que uno mismo dude de ella a la hora de generar conexiones. Si es tan común para cualquier individuo perderse en el orden cronológico de lo recordado, confundir las cosas que en realidad nunca sucedieron de las que sí: ¿cómo es que se refleja esto en una memoria colectiva? 

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De este caos se hace materia poética en la puesta de la obra.  Intenta hacer desde el texto, el    vestuario y los objetos, el tratamiento sonoro (los personajes “son musicalizados en su vida cotidiana”  por un trío en vivo)  y las actuaciones; tangible lo intangible:  el caos de la reconstrucción de la memoria.

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Este procedimiento  lo sostienen   los jovencísimos actores que componen el elenco.   Ellos legalizan el  juego, por impronta, por energía y acceso absoluto a la convención de “hago de”.  Quiero decir ser grande es tener bigote,  es usar lentes, ser chico es tener el pelo revuelto, es la ropa mal acomodada. 

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Lo barroco de la poética, dialoga y se sostiene por lo económico y descansado de la propuesta escenográfica.  Un espacio “de grandes”,   el living de una casa, que por  su escala reducida y paleta monocromática rigurosa, dan la impresión de esas reproducciones  para niños del mundo de los grandes.   ¿Acaso en los recuerdos no componemos en  escalas erróneas? ...  Este disloque es el desafío de la puesta. 

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Crítica Buenos Aires Herald

Sobreviviendo entre la infancia y la madurez

 

Una obra de teatro inspirada por Salinger pone el enfoque en las historias que una familia necesita para impedir su propia ruina

 

por Veronica Stewart

 

La escena es épica: seis valientes guerreros se unen para luchar contra una criatura mitológica de lo más peligrosa—KingKongRada, un híbrido entre King Kong y el cantante uruguayo Rubén Rada. Bajo órdenes del líder, se posicionan para salir a la carga mientras narran la acción en voz alta. La ambientación es especial: todo sucede bajo una mesa, con un proyector produciendo sombras detrás del mantel blanco. Y por supuesto, los guerreros tienen 10 años de edad.

Los niños sabios podría fácilmente ser definida por la dinámica de esta scene. Escrita por Marcos Krivocapich y Flavia Gresores, cuenta la historia de seis hermanos con personalidades peculiares y una historia familiar aún más curiosa. Con padres siempre ausentes por negocios, Fausto  se convierte en el líder de la banda, y guía a los demás chicos a lo largo de sus locas aventuras, situadas todas en un departamento en Almagro. Sin embargo, las desapariciones misteriosas de Fausto crean tensión entre los hermanos y lo revelan a él como intrigante y perturbador, con una historia inquietante.

A lo largo de la obra, los personajes mueven por todo el escenario cajas llenas de recuerdos y fotografías, etiquetadas con fechas desde 1988 hasta el 2000. Esto crea una cronología familiar que marca la estructura de la obra y le permite al público imaginarse la historia detrás de cada ventana de tiempo. Es precisamente este aspecto lo que hace al éxito de Los niños sabios: retrata a un grupo de niños muy inteligentes y creativos, que parecen estar lejos de ser una típica familia grande, pero cuya historia está, a la vez, llena de detalles que resuenan y ofrecen algo con lo que identificarse.

Es gracias a este balance que la obra funciona tan bien. Es un juego constante entre pura creatividad infantil y asuntos serios y adultos, y la verdadera sabiduría de la historia reside en la revelación de que la distancia entre estas dos cosas no es tan grande como uno piensa.

Con mucha influencia de la familia Glass de J.D. Salinger, Los niños sabios subraya la puerilidad que persiste en cada adulto—para bien o para mal—y la comprensión adulta que es tan típica de la infancia. No es la historia de la ruina de una familia, sino el retrato de las historias que necesita para sobrevivir.

Krivocapich y Gresores tienen una clara visión de la infancia y de sus múltiples complejidades, pero es obvio que han leído profundamente a Salinger: su obra, al igual que la obra de Salinger, es un testamento de cuán inteligentes y perceptivos pueden ser los niños, y es un intento de darles una voz que a veces suena hasta más razonables que la de un adulto. Seymour Glass, el fascinante personaje de Salinger que claramente sirvió de inspiración para Fausto, es un adulto que habla como niño, y es esta mezcla de edades lo que Los niños sabios ha logrado montar en escena con sorprendente dominio.

Todo esto tal vez se explica sabiendo que esta es la segunda producción de una compañía de jóvenes actores de entre 17 y 20 años. La obra está llena de niños sabios, con Krivocapich interpretando a un Fausto cautivador y Manon Minetti haciendo un trabajo particularmente maravilloso como Francisca, una de las hermanas. La obra funciona en cada nivel, tanto narrativo como técnico, con una iluminación bellísima y los movimientos de los actores coreografiados a la perfección, creando una especie de danza que atrae al ojo.

Los niños sabios es una obra sobre la infancia, la persistencia y la utilidad de la memoria, y la complejidad de los vínculos familiares. Trata todos estos asuntos que parecen tan abstractos de un modo honesto y profundo, convirtiéndola, al fin, en una obra sobre un grupo de niños cuyos juegos van a encantar al público.

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